“No conviene traer zapatillas llamativas al trabajo” Ese es uno de los consejos más recientes que El Diestro me dio el otro día en la hora de almuerzo. Las frases del Diestro surgen así, de la nada, puro prejuicio, pura palabra que mana desde quién sabe dónde, como si fuera un radio a transistor mudo que de pronto capta una señal.
-Por qué lo decís?- le pregunté, como casi siempre. El diestro pitó largamente su cigarro y luego dijo, como si estuviera diciendo algo obvio pero que es necesario echarle luz:
“Porque cuando tenes que ir al baño, si lo tuyo viene nauseabundo, los otros habitantes del baño podrán saber de quién mana el olor solo con ver tus zapatillas asomadas por debajo de la puerta…”
Es increíble, pero este tipo de comentarios, aunque parezcan tan irracionales siempre vienen acompañados por una explicación completamente racional… A veces me pregunto como es posible que todavía pueda seguir escuchando sus elucubraciones. Creo que vale más la explicación, más que la máxima en sí.
-Bueno, entiendo tu punto, pero… y qué te importa lo que digan los demás? O acaso tus compañeros de laburo cagan con olor a flores? Que no sean falsos- le esgrimí para ver si lograba rajar esa pared analítica del Diestro. Me miró y sin inmutarse dijo:
-No, pero la gente es así, una vez en mi trabajo sentí un fuerte olor a cannabis encendida y pude ver que en uno de los compartimentos asomaban, bajo la puerta, unas zapatillas grandotas – se acomodó en la silla y dijo:
-… bastó con buscarlas en los pies de cada compañero para saber cuál era el drogón.
-Ajá, y de qué te sirve eso? Acaso le vas a alcanzar un folleto para que deje las drogas?
-No- contestó sorprendido
-Bueno entonces dejate de joder- le dije enojado- voy al baño, cuidame las zapatillas por favor.
El Noi