viernes, marzo 23, 2007

Mi encuentro con Luis Landriscina

A los quince años se me había metido en la cabeza que, al saludar dando la mano, debía apretar fuerte como gesto de hombría. Ustedes comprenderán, a esa edad uno está en sucesivas construcciones y derrumbes de su propia personalidad, en un ensayo y error de sí mismo que muchos llaman “crecer”. Iba y venía practicando la sonrisa de Indiana Jones, el caminar pisando fuerte, el mirar a los ojos a las chicas que me gustaban...

Sentía la necesidad de afirmar mi hombría, de mostrar que estaba más cerca de Rick Blaine que de Marcelo Marcote y creía que, el apretón de manos, daba una imagen de hombre reposado y firme; que uno al presentarse debía marcar el piso con su huella. En esas cuarenta estaba cuando en la Feria del Libro de 1996 me encontré con Don Luis Landriscina.

La Feria del Libro, es ese lugar aburrido a donde la gente va a sentirse culturosa, a hacer notar su compromiso con ese postulado de que es mejor leer que mirar televisión. Así, la gente compra libros que leerá nunca jamás (y que están igual de caros que afuera), camina compulsivamente horas y horas, se aburre como un hongo en alguna charla debate de un ñato desconocido y le pide un autógrafo a Dolina después de hacer fila como un peregrino recién llegado a Compostela. Misteriosamente, luego de todo esto, sale confortado con el ego unos cuantos capítulos más grande.

Ese 1996, debo confesar, concurrí tres veces seguidas a ese antro del saber. Dos de ellas con mis amigos Henry y Coro. Recuerdo que dimos tres vueltas completas al predio solo para que, con cada ruedo, la promotora de la Fundación Huésped nos regalara un preservativo y que a modo de broma le hicimos firmar un libro de Rubén Darío al Negro Fontanarrosa. La vez restante la convencí a mi Vieja para que me acompañara.

Veníamos de dar vueltas buscando algun descuento, medio podridos de ver gente desconocida en los stand, a punto de irnos cuando, en el stand de Radio Nacional, lo vimos a Luis Landriscina entrevistado por un periodista que no memoro.

No se qué le pasaba a Don Luis, pero nos recibió con cara de vinagre, con un comprensible “a ver qué quieren” entrecejado en su noble rostro campesino. Aún así, mi vieja intentó cambiar unas palabras. Yo, en cambio, me quedé callado, esperando el momento de despedirnos, presumiendo que, tener quince años en ese lugar y con la madre, era una situación desfavorable, que solo podía remediarla con un buen apretón de manos, con fuerza...

Y apreté fuerte nomás. Bien fuerte. Su mano árida, sucumbía a la inconciencia mía. Fue un instante nomás. Un apretón bestial pero corto, acompañado de un “Qué tenga buenas tardes, un gusto” con voz impostada y la mirada firme y bruñida. Si el rostro de Landriscina había sido algo pétreo y desencantado hasta ese momento, cuando recibió el rigor de mi saludo, se transformó en una especie de mirada suplicante pero con algo de desprecio; Una suerte de “Me diste el mate frío, junagransiete”. Colorado se puso el hombre, el rojo de su piel contrastaba con su duro cabello sus ojos agrestes ardían visceralmente, en un tácito pedido de que lo soltase. Tanto así que se quedó un rato parado en el mismo lugar mientras nosotros nos íbamos contentos.

Luego lo vi pasar a uno de los Les Luthiers, pero no me dio tiempo a saludarlo, se ve que Landriscina le había pasado el dato nomás...

Permisoooo

EL NOI

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Vos no habras sido el que le toco el culo a Silvia Fernández Barrios???

Salutes de Caporale!

Anónimo dijo...

Yo me acuerdo que me contaste esa historia, y que el librero Hector Yanover tambien había sido víctima de tus apretones de mano!

Salutes!!!

Anónimo dijo...

menos mal que no le diste la mano a Maradona antes del mundial 86, que sino no se que pasaba!

Anónimo dijo...

Marianino.....tal cual, me he reido hasta llorar!!!!!
Sos muy joven pero ves las cosas con la experiencia de un tipo de 60 años.

La srita. Nyx dijo...

Hace un tiempo encontré este artículo por casualidad y me ha causado mucha gracia. Su manera de narrar la situación me ha hecho vivir en carne propia el suplicio de su apretón de manos, como si fuera el mismísimo don Luis.

Espero que no se ofenda, pero me he tomado el atrevimiento de citarlo en mi blog.

Muy bueno lo suyo, Noi.